(EFE 31/03/2010, Nacho Temiño, Varsovia)
La crisis ha hecho que el trabajo en la mina vuelva a ponerse de moda en Polonia, donde miles de jóvenes buscan en este sector una oportunidad para encontrar un empleo estable y bien remunerado, a pesar del riesgo de trabajar bajo tierra y de los intentos de Bruselas por limitar el uso del carbón.
El pasado 2009 las minas de la región de Slaskie, la principal zona minera de la Silesia polaca, recibieron más de 40.000 currículum, y este año el número de solicitudes podría repetirse.
"La mayoría de las personas que nos contactan lo hacen para pedir trabajo", explica a EFE el portavoz de la empresa Carbón Katowice, Zbigniew Made, que recuerda que una situación así no se daba desde hace una década, cuando la reconversión industrial y la recesión empujaron a muchos jóvenes a buscarse la vida en las profundidades de la tierra.
Aunque las condiciones del trabajo en la mina ya no son las que eran durante el comunismo, cuando el sector de la minería era uno de los pilares del país centroeuropeo y los mineros gozaban de un estatus privilegiado, lo cierto es que sigue siendo uno de los mejor pagados en Polonia, con un salario medio superior a los 1.400 euros mensuales.
Michal, de 22 años, es uno de estos miles de jóvenes de Slaskie dispuestos a empuñar el pico y bajar a la mina, decepcionado por un trabajo mal pagado como operario en una fábrica de dulces, donde cobra unos 400 euros.
"Mi padre (minero ya retirado) insistía desde el principio en que trabajase en la minería, pero no le hice caso. Ahora me he decidido", dice a EFE.
Lo cierto es que con un salario medio por debajo de los 800 euros al mes, el sueldo de un minero se convierte en Polonia en todo un lujo incluso para los licenciados, que envían su currículum sin complejos en un intento de huir de la precariedad de la crisis.
"El salario medio oficial es en realidad más bajo, y mucha gente gana bastante menos", asegura Selwira, una madre divorciada de 38 años que vive en Varsovia, donde trabaja en una pequeña empresa que le paga alrededor de 600 euros.
"No me importaría que mi hijo fuese minero si a cambio gana bien y tiene un trabajo estable", dice esta mujer.
Según un estudio de la Universidad de Silesia publicado recientemente por el diario 'Gazeta Wyborcza', un ochenta por ciento de los mineros jóvenes han elegido esta profesión por tradición familiar, aunque ahora las dificultades económicas han hecho que el número de "vocaciones" se haya disparado.
El profesor Marek Szczepanski, autor de este estudio, asegura que, después de varios años, el trabajo de minero vuelve a estar bien valorado por los polacos, y ocupa el cuarto lugar por detrás de profesores universitarios, médicos y policías.
"Cuando preguntamos en 1997 a los alumnos de secundaria qué querían ser en el futuro, ninguno dijo minero. Hoy la historia ha dado un giro", recuerda Szczepanski.
Polonia ocupa actualmente el quinto lugar en el mundo en cuanto a los yacimientos reconocidos de carbón de piedra y de lignito, además de ser uno de los mayores productores de carbón mineral de la Unión Europea, con un sector de gran peso y tradición en la economía nacional que emplea a más de 130.000 personas.
Así que un salario superior a la media y el retiro después de 25 años son razones suficientes para que los candidatos a la mina olviden el riesgo para la salud, los accidentes y las explosiones de gas, tragedias que han dejado más de 90 fallecidos en los últimos tres años.
Pero los aspirantes a trabajar en la mina se enfrentan ahora a una realidad diferente a la de épocas anteriores, incluso más desalentadora que la posibilidad de perder la vida en la galería: el sector del carbón también está en crisis, las ayudas públicas desaparecen, las reestructuraciones se multiplican, y cada vez es más difícil competir con los precios del mineral extranjero.
Lo cierto es que el pasado año, el sector minero del carbón mineral se cerró, según el ministerio de Economía, con unos exiguos beneficios de setenta millones de zloty (cerca de 20 millones de euros), y este año pueden aparecer números rojos, lo que desembocará en el cierre de minas no rentables.
A todo eso hay que sumar las directrices europeas para reducir el uso de combustibles contaminantes e incentivar el empleo de energías renovables, una política que se suma a las dificultades que ya vive el carbón polaco.
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